viernes, 13 de marzo de 2020

La nada



Abrimos el buzón de entrada, un correo de promociones y otro de trabajos remotos, de esos en los que la experiencia no se gana con el tiempo, sino con títulos, títulos y títulos...o el celular, cuando después de unas horas; 2 o 3 días, se vuelve a encender; funciona de nuevo, aparece la señal y nos aproximamos a ese instante tan real lleno de gluten, para nada agradable; al no tener llamadas o mensajes agradables que sorprendan. Y tragamos saliva salada, fea; y se nos cae una lagrima casi incoherente y ridiculita, pero que a su vez nos desarma y condena en segundos, a nosotros los solitarios de éste mundo.
Ese suspiro que abraza el recuerdo de días pasados alegres, donde la compañía de alguien nos llenaba el vasito con agua al llegar a casa, te echaba la yerba al mate y ponía la pava, o te servía una tortilla con frijoles mientras llegaba la cena.
Porqué será que el vacío nos hace tan mal? porque sera que la nada nos desequilibra? y llenamos de velas la casa, floreros con piedras y palos santos en los rincones. Qué será eso que nos lastima para no soportar vacios? un par de ojotas, una playera vieja, un arete olvidado, nos servimos así a la terquedad de las cosas, al recuerdo y su aroma a viejo y gastado. De todo para no sentir la nada y su espeluznante vacío.
Pasan los días en la nada así, nada extraordinario, nada nuevo siempre lo mismo decimos. Pero a no tener nada (dicen algunos) tener siempre lo mismo es mejor.
No tengo nada esta tarde, voy rota de calor en el tren, nada; nadie llama, nadie me jode, nadie implora mi nombre; mejor. Bienvenida nada y tu vacío solemne, imperecedero, bello; tomá, te regalo esta puta nostalgia, hacela nada por favor!
Lorena López
Buenos Aires verano 2016

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