Ivette, hoy hacen ya 10 años desde los sucesos en ésta carta narrados, decidí
enviártela y contarte en ella las sensaciones y lo que me ha generado la
desgarradora y abominable distancia al recordar y recordarte cuando la
primavera.
Habíamos recorrido varios lugares juntas, todos empezaban
bien, siempre terminaban mal. Esa maldita costumbre de discutir por cualquier
cosa. Decías: subí el vidrio. Pone otra música. No me toques esos papeles. Dejame
de chingar.
Y así nos unían las buenas músicas, al rato eran risas, otras
carcajadas, compartiendo prosas ridículas, solo Wild tenía sentido para vos,
recordàs? En ese viaje atropellaste un
perro, vi como lloraste tantas lágrimas, no por el perro pero si en
agradecimiento de que tu carro nuevo quedara intacto. Manu iba atrás siempre,
con esos ojos verdes enormes apreciando el paisaje, no el de los cerros, sino el de
tu jeta y mis risas de burla ante tu enojo. Ese día bajamos en un campo del
occidente, nos dolía la cintura de tanto ir sentados, manu encendió un churro,
se ve que le hacía falta, vos hiciste mala
cara, y yo me fui a perder en esa vista de las casitas, los niños con las ovejas de los
valles de Almolonga.
Allí nos quedamos y compramos tortillas con pacaya, un vasito
de atol de plátano, manu se chupaba las uñas y los dedos. Ustedes se iban,
caminaban, se tomaban de la mano por ratos se besaban, estabas feliz en serio,
no lo disimulabas.
No encontramos en donde dormir ese dia, no todos los pueblos
del occidente ofrecen hoteles, se hacia de noche y llovia un poco, al fin
coincidimos en algo, que era mejor no manejar con la carretera mojada, mucha
bajada y barrancos, nos llevábamos mal, si; pero tampoco para tanto.
Encontramos una pensión de esas que huelen a petate y ponchos
pesados, yo quería desvelarme platicando, pero con vos era imposible desvelarse
conversando a la noche. Te dormiste en segundos, yo lo entendí, estabas
cansada. Manu y yo quedamos despiertos, salimos un rato a la banqueta, y
compartimos un cigarro. Hablaba un inglès pésimo, con ese acento francés
nauseabundo. Olía a sudor viejo, a horas interminables bajo el sol, poco le
importaba su aspecto, los calcetines un regalo de la tia en parís antes de su
partida a las Américas, me había dicho. Pensaba mucho lo que decía, o quizás no
quería hablarme. Le pregunté de la vida en Francia, de su vida nómada de ateo errante,
de un amor dejado en Chile, de otro en Quebec pero ninguno importante. Tomamos
inditas esa noche, sentados en una triste banqueta de almolonga. Le dije que yo
no ¡ tendría que haber ido a ese viaje, porque no? Me respondia.
“ I have seen you to had a bad relationship with her, i think she is kind of tuff
with you,” se reia. En todo ese andar que se notaba en su
aspecto, sus ojos brillaban y eran bonitos.
Fuimos por otra indita a la tienda,
yo subi a verte y estabas fría, era una noche helada en esas montañas de colores,
te tapè con esos ponchos pesados, y
entre sueño dijiste “ gracias titi. “
Volvimos con manu a caminar, nos reíamos de la infinidad de
perros de las calles, entre las casas de adobe y los humitos de las ollas de
frijoles , los bombiliares de noche y
los adoquines, el olor a tortilla tostada nos perseguía, había belleza y
tristeza al mismo tiempo. seguíamos en
silencio ya no sabia que preguntarle, ” what about your boyfriend he said,” no
tengo uno dije, nunca tuve uno volví a decir, “no es posible que no tengas uno,
eras una chica agradable y linda “… y entoces pensé…
Siempre pensamos màs de la cuenta, cuando nos falta un
poquito de amor en la vida pero aùn no lo sabemos, nos maravilla un cumplido
superfluo, aun no creemos en la naturaleza de las sensaciones, pero el tiempo en su finitud, va oxidando los
sentires, siempre hay una pretensión detrás de las palabras de alguien que ha
vivido. Pero yo, yo no había vivido nada, me parecía hasta una locura idiota
abandonarse a la suerte del destino como el, los miedos tal vez, ese puente
intransitable para muchos donde el rio que pasa por debajo son los años y las
piedras las ganas pesadas.
Tirábamos las botellas de cutos de 8 quetzales, yo estaba
borracha lo acepto, el aùn no. De pronto descubria que en mi había dulzura
acumulada,” venì te tomo de la mano que te vas a caer “. No me creas tan tonta,
no es la primera vez que tomo de màs. Esa gran sonrisa. “… y lo linda que te ves
mareada, cuidado las piedras que te podès caer”. Caminamos firmes hasta llegar
a la carretera que va a zunil, tantas veces yendo al mismo pueblo sin saber
porquè. El hablaba su español ingles extraño, colorado acalarodo pensando en
saber ni què o quien. Llegamos a la posada, y me dolia la boca del estòmago,
ese ron barato ¡que mensa fuì! . Me senté en la banqueta y fumè un poco de
weed. Me puse a su lado porque sino me iba a caer, entonces me dio un
beso, húmedo, indesifrable, me había
parecido hasta insignificante. Volvi al cuarto y donde pude me dormi.
Ya no me acuerdo que dia se habrá ido. Siempre fui consciente
que aùn con la consiencia alterada esa noche no la olvidarè. No fue un beso
insignificante , años después lo comprendì. Me dejò un papelito que se iba a
Rio pero que pronto nos volveríamos a ver. Un corazón mal dibujado y adiós en
francés. “ Lo voy a dejar a la terminal”, con ojos lagrimosos me dijiste, que
era muy lindo y que querías que se quedara, tenias la mirada inundada de deseo, las manos vacias
, los labios gastados. …un poco màs que los mios.
Con amor, titi
Buenos Aires primavera 2016