jueves, 5 de marzo de 2020

carta para Ivett




Ivette, hoy hacen ya 10 años desde los sucesos en ésta carta narrados, decidí enviártela y contarte en ella las sensaciones y lo que me ha generado la desgarradora y abominable distancia al recordar y recordarte cuando la primavera.

Habíamos recorrido varios lugares juntas, todos empezaban bien, siempre terminaban mal. Esa maldita costumbre de discutir por cualquier cosa. Decías: subí el vidrio. Pone otra música. No me toques esos papeles. Dejame de chingar. 

Y así nos unían las buenas músicas, al rato eran risas, otras carcajadas, compartiendo prosas ridículas, solo Wild tenía sentido para vos, recordàs?  En ese viaje atropellaste un perro, vi como lloraste tantas lágrimas, no por el perro pero si en agradecimiento de que tu carro nuevo quedara intacto. Manu iba atrás siempre, con esos ojos verdes enormes apreciando el paisaje, no el de los cerros, sino el de tu jeta y mis risas de burla ante tu enojo. Ese día bajamos en un campo del occidente, nos dolía la cintura de tanto ir sentados, manu encendió un churro, se ve que le hacía falta,  vos hiciste mala cara, y yo me fui a perder en esa vista de  las casitas, los niños con las ovejas de los valles de Almolonga.

Allí nos quedamos y compramos tortillas con pacaya, un vasito de atol de plátano, manu se chupaba las uñas y los dedos. Ustedes se iban, caminaban, se tomaban de la mano por ratos se besaban, estabas feliz en serio, no lo disimulabas.

No encontramos en donde dormir ese dia, no todos los pueblos del occidente ofrecen hoteles, se hacia de noche y llovia un poco, al fin coincidimos en algo, que era mejor no manejar con la carretera mojada, mucha bajada y barrancos, nos llevábamos mal, si; pero tampoco para tanto.
Encontramos una pensión de esas que huelen a petate y ponchos pesados, yo quería desvelarme platicando, pero con vos era imposible desvelarse conversando a la noche. Te dormiste en segundos, yo lo entendí, estabas cansada. Manu y yo quedamos despiertos, salimos un rato a la banqueta, y compartimos un cigarro. Hablaba un inglès pésimo, con ese acento francés nauseabundo. Olía a sudor viejo, a horas interminables bajo el sol, poco le importaba su aspecto, los calcetines un regalo de la tia en parís antes de su partida a las Américas, me había dicho. Pensaba mucho lo que decía, o quizás no quería hablarme. Le pregunté de la vida en Francia, de su vida nómada de ateo errante, de un amor dejado en Chile, de otro en Quebec pero ninguno importante. Tomamos inditas esa noche, sentados en una triste banqueta de almolonga. Le dije que yo no ¡ tendría que haber ido a ese viaje, porque no? Me respondia. “ I have seen you to had a bad relationship with her, i think she is kind of tuff with you,”  se reia. En todo ese andar que se notaba en su aspecto, sus ojos brillaban y eran bonitos. 

Fuimos por otra indita a la tienda, yo subi a verte y estabas fría, era una noche helada en esas montañas de colores, te tapè con esos ponchos pesados,  y entre sueño dijiste “ gracias titi. “
Volvimos con manu a caminar, nos reíamos de la infinidad de perros de las calles, entre las casas de adobe y los humitos de las ollas de frijoles , los bombiliares  de noche y los adoquines, el olor a tortilla tostada nos perseguía, había belleza y tristeza al mismo tiempo.  seguíamos en silencio ya no sabia que preguntarle, ” what about your boyfriend he said,” no tengo uno dije, nunca tuve uno volví a decir, “no es posible que no tengas uno, eras una chica agradable y linda “… y entoces pensé…
Siempre pensamos màs de la cuenta, cuando nos falta un poquito de amor en la vida pero aùn no lo sabemos, nos maravilla un cumplido superfluo, aun no creemos en la naturaleza de las sensaciones, pero  el tiempo en su finitud, va oxidando los sentires, siempre hay una pretensión detrás de las palabras de alguien que ha vivido. Pero yo, yo no había vivido nada, me parecía hasta una locura idiota abandonarse a la suerte del destino como el, los miedos tal vez, ese puente intransitable para muchos donde el rio que pasa por debajo son los años y las piedras las ganas pesadas.

Tirábamos las botellas de cutos de 8 quetzales, yo estaba borracha lo acepto, el aùn no. De pronto descubria que en mi había dulzura acumulada,” venì te tomo de la mano que te vas a caer “. No me creas tan tonta, no es la primera vez que tomo de màs. Esa  gran sonrisa. “… y lo linda que te ves mareada, cuidado las piedras que te podès caer”. Caminamos firmes hasta llegar a la carretera que va a zunil, tantas veces yendo al mismo pueblo sin saber porquè. El hablaba su español ingles extraño, colorado acalarodo pensando en saber ni què o quien. Llegamos a la posada, y me dolia la boca del estòmago, ese ron barato ¡que mensa fuì! . Me senté en la banqueta y fumè un poco de weed. Me puse a su lado porque sino me iba a caer, entonces me dio un beso,  húmedo, indesifrable, me había parecido hasta insignificante. Volvi al cuarto y donde pude me dormi.

Ya no me acuerdo que dia se habrá ido. Siempre fui consciente que aùn con la consiencia alterada esa noche no la olvidarè. No fue un beso insignificante , años después lo comprendì. Me dejò un papelito que se iba a Rio pero que pronto nos volveríamos a ver. Un corazón mal dibujado y adiós en francés. “ Lo voy a dejar a la terminal”, con ojos lagrimosos me dijiste, que era muy lindo y que querías que se quedara, tenias  la mirada inundada de deseo, las manos vacias , los labios gastados. …un poco màs que los mios.
Con amor, titi

Buenos Aires primavera 2016


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